Una historia de horror en alta mar
- Giselle Sánchez Casanova
- Apr 11, 2020
- 6 min read
Aún recuerdo tal si fuese ayer, la emoción de mi primer viaje a las islas vírgenes. Todo un mes lleno de emoción y anticipación, luego de la invitación extendida por mi mejor amigo, que junto a su grupo de trabajo de aquel momento, y que yo apenas conocía, me incluyeron en esta experiencia la cual sabía sería una oportunidad maravillosa. Lo que no sabía yo en aquel entonces era que esta aventura, me iba a dejar marcada (literalmente) para el resto de mis días.
Pues si... aquella tarde de verano llegué al aeropuerto, ajorada porque iba tarde y el vuelo estaba a punto de despegar, y fue ahí que pude reconocer las primeras miradas de decepción ya que por quien único esperaban preocupados era por mi. No sabía yo que esas mismas caras, en menos de una semana, se transformarían en unas llenas de compasión. Porque por costumbre, en mi caminar por la vida, un primer tropiezo antes de comenzar un evento es indicativo de un futuro prometedor, repleto de metidas de pata. Las mejores cagadas estarían por venir, similares a las que Ricky Roselló pronosticó iba a tener desde antes de su incumbencia como gobernador.
Y nos fuimos en aquel majestuoso catamarán de nombre "Lion Heart", con un capitán que parecía ser el hermano de Aquaman que salía de los mares para llevarnos al paraíso de los peces (y de Mandibulín, QEPD). Un hombre salado, sucio, de pelo enredado y rastro de barba de la que da salpullido, tal y como mi marido sabe que me gustan, pero se afeita y se baña todos los días para que no lo moleste tanto con mi exquisita intensidad.
Era una semana llena de sol, agua y una embriaguez tan recurrente, que ni tiempo le daba a doña Resaca a visitarnos. Día tras día tenía mis tropiezos, pero nada que un sobo no resolviese. Mi cuerpo sanaba por cuenta propia, a aquellos inofensivos cantacitos que me iba dando al ritmo del vaivén de las olas. Recuerdo una de las hermosas tardes en donde todos éramos ya una hemosa comuna, y en la que nos hicimos hermanos haciendo varios pactos de orina, durante el paso de varias horas juntos bebiendo cervezas en el mar.
Mientras tanto, yo caminaba con una eterna sonrisa, sin arrugas para aquellos tiempos e insolada por demás colaborando con mi envejecimiento prematuro cuando de momento, me convertí tal cual si me hubiese tomado una pastilla de chiquitolina, en una sirena enana, bueno, en una pequeña marmota de un pie de estatura cuando la pierna derecha se me depositó por una de las escotillas que se encontraba abierta y llegué a la cama en que dormía por esos días. Risas a granel opacaban mi inocente dolor de ingle y con mucha honestidad, les verbalicé a toda mi nueva familia marítima que esa no sería mi peor caída durante mi vacación y a carcajadas les explicaba que era muy pobable, pudieran disfrutar de una más intrépida todavía.
Y llegó el gran día... uno antes de volver a nuestra isla... "photo finish". Y yo misma me asombro de como llegué a alcanzar esta meta! Pasó que nuestra embarcación se acercaba a Virgen Gorda y mis ojos miraban aquel paraíso y para admirarlo como merecía, mis neuronas decidieron que pusiera el culo en una de las gigantes y estóicas cornamusas (y con su poquito de moho), que aguantaban los voluptuosos cabos de aquel afrodisiaco bote. Y así fue como acomodé entre las cachas el imponente metal. La nalga derecha sentía el salpicado del agua de sal durante su travesía hacia nuestro anclaje y la izquierda, saboreaba el sol de aquel espléndido medio día.
Wow... la belleza! La música dentro de mi cabeza tal vez era en ese momento un Silvio cantando El Necio y muriendo como vivió pero de momento, Silvio no quería morir con un cuchillo entre las verijas y la incomodida que sentía la cavidad externa de mi intestino grueso, estoy segura era la misma mierda que lo habían convidado a vivir en la canción.
Fue entonces que con un atrevido movimiento mal medido y con todo el peso de mi joven cuerpo pero ya de unas 130 y pico de libras bien comidas, me impulsé hacia atrás para salir del anzuelo que me tenía mi cucú enganchao y en vez de tocar el fiber glass blanco perla de mi querido "Corazón de León", mi vajina paró contra la punta de la gran cornamusa.
Oh, oh... no era agua salina de traje de baño mojado lo que comenzó a pasar por entre la licra hasta mis muslos, ni tampoco era que me estaba meando de la felicidad. Aquello era una pluma abierta de veraniega sangre fresca, mojando y acariciando a su paso, toda mi entre pierna.
"Long story short'' (aunque la cornamusa era bastante long), las caras horrorizadas de los tripulantes hicieron que mi temple se mantuviese impecable, y mi hablar pausado convencía a todos que saldríamos de aquella escena de horror donde parecia que Hannibal Lecter me había arrancado las trompas de falopio con los dientes, y mientras buscaba un pañal para ponérmelo pero que nunca encontré porque nadie en el lugar había procreado todavía, pedía en tono bajito que llamaran a un helicoptero para mi traslado al area de trauma del Centro Médico de mi patria. Hasta cuando mi adorado y nervioso amigo me dijo que se acababa de joder el último dia de viaje, me tiré la misma sonrisita de Melania cuando tiene que disimular las ganas de vomitar cuando le coge la mano a Mr. Cheetos en un evento público.
Poseidón, mejor dicho, el capitán, junto a mi BFF y par mas de la tripulación que se encontraban preocupados por mi adorno de navidad desenganchado, agarró el dingui y me llevó en él a la marina donde se estaba quedando todo el Puertorrican Navy. Sin embargo, en vano fue preguntar si entre tanto bote, había algún doctor que me quisiera mirar la tota rota, ni tampoco apareció corcho usado de Champagne Wanabí de esos que beben la noche anterior las espositas de los doctores desaparecidos, para metérmelo de tapón y evitar mi inminente desangramiento. Entonces, procedimos a montarnos en una guagua local para transportarnos a la clínica mas cercana y única de la isla. Obviamente y para contribuir a la emoción del momento, se encontraba cerrada, pero había un número en la puerta para llamar en caso de emergencia.
Rápidamente, llego la enfermera a la clínica y a su vez, y muy en armonía y sintonía conmigo como si estuvieramos bailando un tango, mientras ella abría la puerta, yo me abría las piernas confiando el resto de mi porvenir en ella. Fué ahí que procedió a ponerse sus espejuelos y se asomó al ''black hole'' y un tanto afectada, luego de subir ambas cejas en un gesto como queriendo decir "dónde carajo se metió la tipa esta", tomó el teléfono y verbalizó unas palabras que hablaban sobre la superviviencia del ser humano y otros cuentos, las más escalofriantes que yo jamás hubiese escuchado y cuya protagonista era muá.
“Hello doctor. I have a female patient with a laceration near the clitoris and a hematoma in the vagina.”
Ok, a destrancar las piernas cruzadas y comencemos a permitir que la sangre vuelva a circular por la genitalia.
El resto... para qué! Mejor dejarlo a la imaginación. Demás estaría entrar en la explicación de todas las preguntas que vienen luego de que hago el cuento; que si tengo una cicatriz, que si meo pal' lado, que si ahora tengo 4 rotos, que por dónde salió mi hijo, y todo lo demás que la gente senzacionalista y presentá se cuestiona y que no voy a escribir porque mis padres deben de estar leyendo esto y yo tengo un poco de pudor, aunque le haya dedicado más de 12 parrafos a mi órgano ya no tan privado.
Solo cabe señalar que diez puntos depués cogidos por un excelente y malumurado doctor al cual no le entendí ni una palabra de lo poco que su acento comunicó (me imagino eran insultos ya que lo acababa de despertar la imprudencia de una inescrupulusa turista puertorriquena), y un buen "Pain Killer" extra nutmeg, hicieron que puediera sobrevivir mi última noche en alta mar de lo más chévere, con el mismo vaiven de las olas, entre cánticos, guitarra y miradas de empatía que se dirigian todas a mi concha, con una vulva de ballena en celo de color "charcoal grey" que no cabía entre mis patas, pero con todo lo que guindaba pegado y devuelta a su sitio, jartita de dignidad, aunque bien espatarrá.
Tan Tan
PS Para cualquier incrédulo, pregúntenle a mi amigo en referencia.
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